domingo, 8 de marzo de 2009

El Cuarto Cuento

Nuestra vida matrimonial se ha vuelto una rutina. Es la queja que siempre he escuchado. Conozco parejas que salen a fiestas, van de viaje, a cenar, a la playa, hasta que se dan cuenta que aún así su relación se ha convertido en rutinaria. Luego vendrá el tedio, las desavenencias y lo que resulte. Hace tiempo escuché a alguien decir que en una pareja siempre debe haber alguien inteligente. Pueden alternarse, no necesariamente debe ser el mismo. Pueden ser los dos, lo que sería perfecto. pero siempre alguien inteligente. Con ello, jamás tendrán problemas. Cuando alguien pierda los estribos, el otro controlará la situación y llevará a buen puerto el barco. Hay otras personas que resuelven a su modo las cosas, pero sin duda, la primera señal del desamor es la rutina. Pensando en éso se me ocurrió escribir ésto, tratando de ejemplificar una situación parecida.

SÍNDROME DE ESTOCOLMO
Desde el fondo de su ser sintió una ¿explosión? más bien fué implosión, sí, fué de afuera hacia dentro, luego unas ondas recorrieron su médula espinal hasta la parte baja de su cerebro, regresaron con un estremecimiento arqueando su espalda, viajando a la velocidad de la luz y al mismo tiempo con una lentitud desesperante hasta los confines de sus extremidades pasando de una célula a otra de su piel, cubriéndola de un campo magnético. Sus manos arañaban el aire, estrujaban las burdas sábanas de algodón. La respiración se cortó bruscamente y parecía no volver nunca. Una sensación deliciosa indescriptible y luego la vergüenza, el estupor, la rabia, el deseo, la confusión y quién sabe cuantas cosas más pasaron por su mente. Sintió cómo su cuerpo se dividía y una parte de él se elevó observándose claramente en la densa oscuridad. Era la mujer más feliz del mundo, la más confundida,la más enamorada. El estaba aún encima de ella, no parecía tener prisa en retirarse. Su jadeo se había reducido y sólo profería una especie de ronroneo.Por fin él pudo retirarse de ése cuerpo que tanto le incitaba, que lo había enloquecido hasta llegar a éste extremo de... ¿depravación? ¿locura? ¿deseo, amor? no, no quería pensarlo, no quería volver al mundo real. Veinte años de casado. Más de diez alejado de ella, poco a poco, sin sentirlo el deseo se fué enfriando, hasta que se le ocurrió y funcionó, pero estaba temeroso del futuro. No podría volver a ser el de antes, porque estaría todo perdido. Salió de la habitación, pasó su mano por la poblada barba pensando que ése disfraz, otro perfume, un cambio en su voz a manera de susurro ocultaría su identidad. Al parecer había funcionado. llegó a su habitación. La luz lastimaba sus ojos, que habían permanecido unas horas en oscuridad completa. Tomó el libro de su buró y volvió a leer lo que había ocasionado todo. "Síndrome de Estocolmo.- Respuesta emocional que puede manifestar el secuestrado o plagiado a raíz de la vulnerabilidad y extrema indefensión que produce el cautiverio. Cuando alguien es secuestrado y permanece por tiempo indefinido en compañia de sus captores puede desarrollar lazos afectivos hacia ellos." Cerró el libro, abandonándose a sus pensamientos. ¿Cuánto tiempo tendré a mi propia esposa en cautiverio? No podia, no quería saber la respuesta.

1 comentario:

  1. Bueno, sólo espero que si algún día me caso nunca mi esposo vaya a tener que secuestrarme!!! jajajajaja De verdad, espero que ambos seamos inteligentes para poder escabullirnos de la rutina...

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