jueves, 5 de marzo de 2009

Mi Primer Cuento

Esa noche de Noviembre del 2005, Gustavo, mi hermano el mayor, había sucumbido al fín a la diabetes que lo aquejaba desde hacía años. Me escabullí del velatorio para descansar un rato. No pude hacerlo. Encendí entonces la computadora, entré a todos mis sitios y no encontré nada que despejara mi cabeza revuelta por mil pensamientos. Algo me impulsó a abrir el programa Words y tímidamente empecé a escribir. Siempre había sentido temor a la crítica, pero ésta vez me dije que debía enfrentarla y las palabras me salieron fluidas. No sé en que parte del cerebro traía la loca historia del cuento, pero la pasé a las letras y la inserté en mi Foro de Literatura. No me atreví a hacerlo en un sitio más especializado, donde se presentan semiprofesionales y no simples amateurs. Mis lectores fueron extremadamente benignos en sus opiniones. Desde entonces escribo lo que me viene a la cabeza, sabiendo que es perfectible y algún día, cuando aprenda a escribir, remodelaré lo escrito como quien remoza una casa. Por fortuna aún no pasa al papel y mientras tanto, podré editar mis cuentos cuantas veces quiera. O los dejaré igual, en recuerdo de los tiempos idos. Por lo pronto, les presento mi primera pretendida producción literaria, la de ésa noche fúnebre, un cuento muy corto titulado:

VIOLACIÓN EN EL BANCO

Todos, aún sus amigas admiraban sus piernas. Por eso le gustaba mostrarlas. En ésta ocasión lucía su minifalda más breve, su blusa entallada, escotada y de proporciones minúsculas, dejaba ver una generosa porción de abdomen plano y sin imperfecciones, mientras sus senos amenazaban con saltar por encima del escote. Los clientes del banco, absortos con tal visión, no se dieron cuenta del raro movimiento que se desplegaba en abanico por todo el recinto. Sólo cuando el hombre enmascarado gritó: ¡no se mueva nadie! se dieron cuenta que estaban siendo atracados. La chica dió un pequeño grito histérico y corrió hacia la entrada. El hombre la atrapó, la llevó arrastrando hasta el área más despejada, al centro donde convergían las miradas de los asustados clientes matutinos. Ella se resistía y el hombre se afanaba en contenerla. La pequeña falda se elevó dejando ver la pequeñísima braga que sólo cubría el triángulo de su pubis. El bandido no pudo menos que observar las carnes ofrecidas a su vista y nerviosamente recorrió con sus manos la figura curvilínea que se revolvía entre sus manos. La bofetada propinada por la mujer no hizo sino exacerbar aún más al ya excitado sujeto. La dobló boca abajo sobre un escritorio, hizo pedazos la minibraga de un tirón y penetró a la joven desde atrás mientras ella sollozaba con ahogados gemidos. Todo pasó en un suspiro. la gente boquiabierta observaba acobardada el sometimiento a que era obligada la chica. La alarma sonaba estridente y los hombres armados se acercaron al violador, quién parecía ser su jefe. ¡Vamos, ya no hay tiempo! gritaron los facinerosos y salieron atropelladamente llevándose a la chica que pedía suplicante su liberación. Abordaron dos autos. El tipo alto, el violador, se fué solo. A varias cuadras del banco, estacionó su vehículo, se acomodó en el asiento y esperó un momento. No tardó en llegar. Entró rápidamente y mimosa, se acercó al hombre dándole un cálido beso. Sus largas piernas asomaban hermosas de su mini. El acarició sus muslos. ¡Estuviste fabuloso esta vez, cariño! -le dijo la joven. -Mi amor -respondió él. -Creo que hemos ido demasiado lejos para satisfacer tus fantasias sexuales. ¿No crees que deberías consultar un terapeuta?

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