viernes, 20 de marzo de 2009

El Mágico 12

De nuevo he dejado pasar dos dias para dejar otro de mis cuentos en este lugar. Ya se está haciendo costumbre. El arte de escribir cuentos cortos es bien difícil para quien acostumbra alargar tanto sus conversaciones como yo. Me gustan los cuentos cortos porque me permiten ejercitar la mente imaginando los muchos itinerarios por los que puede desembocar. Pero al escribirlos yo, me da la impresión que no soy lo suficientemente claro para que mis lectores imaginen todas las posibilidades. Trato de describir de la manera más minuciosa cada detalle y al mismo tiempo, quedo inconforme con lo que he escrito. De este modo, frecuentemente me entrampo en la narración y se me alargan los cuentos. Algo así me pasó con éste. Trato de resumirlo y sé que se puede, pero no quedo conforme con el resultado. finalmente, lo escribí como me salió y así lo dejé, sin más reservas, y aquí lo tienen:


BUSCANDO PAREJA
-¡NO HIJA! ¡Que ni se te ocurra! ¡Eso es una locura! ¡Ya déjame en paz, yo no necesito nada, así estoy bien…!
–Mamá, la prueba de que no estás bien es la manera en que te alteras cada vez que saco el tema. ¿Podríamos hablar sin gritarnos?
–Marcela, hija: No te preocupes por mí. Yo estoy tranquila. Mira, ya han pasado cinco años de la muerte de tu padre. Estoy acostumbrada a la soledad y aún tengo mis amistades, puedo salir con ellas, buscaré algo en que ocuparme…
-Madre, me estás mintiendo, el temblor de tu barbilla te denuncia. Vamos hablando claro, María Dolores. Cuando murió papá yo tenía trece años. Todo tu tiempo, tu afecto y protección se volcó sobre mí, por eso pudiste sobrevivir, pero… ¿Ya te diste cuenta de lo que me costó? ¡Me robaste mi adolescencia! ¡Ahora vas sobre mi juventud! ¿Y después qué? ¿Robarás la infancia de mis hijos? ¿Hasta cuando te dedicarás a ti misma? Yo tengo proyectos, madre. Y perdona, pero no estás incluida en ellos. Saldré de aquí a estudiar mi carrera, viviré en algún albergue estudiantil donde conviviré ¡por fin! Con alguien de mi edad y me asomaré al mundo por otras ventanas que no sean las que tu me abres. Perdona mamá, mi amor por ti es el mismo de siempre, pero tienes que entender esto. Lo que quieres hacer se llama chantaje: “Estoy bien”, “la soledad me gusta”, “no te preocupes, soy feliz así”. Sabes bien que yo no te podría dejar en éstas condiciones. Estás demasiado apegada a mí y sufrirías con nuestra separación y ¡Ah! ¡Que sorpresa! Yo también sufriría sabiéndote sola. ¿Ves? ¡Ya estás llorando! Y por lo tanto, ¡fin de la conversación!

2 comentarios:

  1. Uno de mis favoritos... no pares Jorge, largos o cortos, no pares...

    Besooooo grandeeeee

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